lunes, 19 de marzo de 2007

Tristán Gallardo







Caminaba mirando el piso, los pies iban rápidos y las manos empuñadas se movían violentamente. El cigarro se sacudía a cada zancada, la mirada recorría rauda, cada movimiento del paisaje. Se detuvo para mirar el arma: un revolver, seis balas, y toda la disposición para matar. Pisó el cigarro y levantó la vista; una noche copada de nubes reinaba, "ningún respeto" pensó, "ni siquiera a la muerte se abre el cielo".

En el bar catorce hombres armados, algunos algo ebrios, pero aun así armados, esperaban tranquilos la llegada del muchacho. "Hijo de puta, se toma su tiempo", pensó el canoso y de traje caro, Don Quijano, el rey de la zona cuatro, mas conocida como reino de ebrios.

Cobraba un tributo por cada ebrio, de cada bar, de cada esquina, pero asía unos seis días un jovenzuelo de tan solo diez y nueve años osó convencer a un cantinero de no pagar la cuenta. Por esa razón Don Quijano y sus hombres esperaban al muchacho. "Nadie escapa a las garras del mas poderoso."

Volvió a emprender camino, "seis balas" pensó. No alcanzarían para los hombres que lo buscaban y pensaban emboscarlo, pero claro, él no lo sabía. Dobló confiado la última esquina antes de la cuadra maldita y se encaminó confiado al encuentro de su amigo, dueño del bar. A la luz de la entrada su mente de rápido engranaje vio sombras excesivas, además de un gorro para nada común en esta parte del pueblo. "Quijano", pensó entre miedo y satisfacción.
No le costó descubrir que Quijano andaba acompañado, mas aun, con solo las sombras pudo saber que se trataba de catorce, algunos ebrios, otros mas sanos, pero todos armados.

Quijano estaba confiado, "pobre chico, solo contra mis hombres". Con una sonrisa volvió a exigir otro agua ardiente seco.
De pronto un ruido, un golpe seco, unas chispas perdidas y oscuridad total...
Un grito desgarrador al costado de Quijano. Este salta y se refugia tras la barra. Oye como el cantinero arranca. Quijano saca su revolver.
Seis disparos, exactos seis disparos, y todos acompañados de un silencio aterrador y de una luz encandilante. Los hombres de Quijano se desesperan y descargan sus armas en todo sentido del barucho...

Luego de unos instantes Quijano oye unos pasos tranquilos, levanta la vista y ve al muchacho sonriendo complacido.
"Buenas noches, creo que usted me esperaba, pero al parecer sus amigos se adelantaron. ¡Que descontrolados!, desde afuera oí todos los disparos, los oí caer uno a uno."
El horror conquistó el rostro de Don Quijano, que dentro de su miedo no fue capaz de tomar el arma y disparar, solo se quedo ahí mirando, como el muchacho levantaba lentamente una botella, la quebraba y tranquilamente procedía a degollar al anciano estafador.
"Adiós Quijano, se acabó la fiesta, los días de estafas y juego sucio. Mírame bien Quijano, lo hice yo: Tristán Gallardo".

El muchacho luego de ver las sombras pensó rápido, tomo una piedra, abrió la puerta de una patada y rompió la única ampolleta de la cantina, saltó hacia afuera, disparó sin apuntar y se sentó a fumarse un cigarro mientras el pánico hacía matarse unos a otros a los hombres de Quijano.

Un trabajo limpio diría yo, solo unas manchas de sangre. Una pandilla tuvo una discusión y se fueron a las armas, varios de ellos estaban ebrios y enajenados. Ninguno sobrevivió, y al pobre Quijano nunca mas se le vio, a los años el cuerpo apareció a las afueras del pueblo, sin huellas del asesino, pero se sospechó que el autor algo tuvo que ver con la balacera del bar.

domingo, 18 de marzo de 2007

Mutacion de Emergencia


Al igual que los grupos de música, las grandes tiendas y los galanes, deberé re inventarme para mantenerme vigente.
Aunque no por el hecho de que mi blog este pasado de moda (por que nunca lo ha estado), sino por que mi inspiración para comentar música o películas esta algo decaída, pero mi inspiración para escribir no, así que are esto:
Escribiré en el blog y cuando tenga algún comentario lo pondré, pero en su mayoría serán historias y cosas por el estilo.

Si alguien tiene alguna queja hágalo saber
Adiós