miércoles, 10 de enero de 2007

Tu sur

Deje lo que sobraba en una silla y mire el entorno para ver lo que había. Camine directo, sin rodeos, y salude. Tome su mano y la lleve para afuera, a una banca. Me senté a su izquierda y acaricie su hombro derecho mientras la miraba fijamente, ella jugaba con sus manos y miraba el piso, giro su cara para encontrarse con mis ojos, y sonrió suavemente, como me gusta a mi. La bese corto y sereno, sin precipitarme, mientras de su pelo ondulado bajaba a la línea de su espalda y la hacía temblar. Tome su rostro y la separe de mí, la mire unos instantes y saque un cigarro que prendí con fuego que ella me pasó. Inhale el humo lentamente para exhalarlo hacia el cielo. Ella se arrimo a mí y acaricio con sus dedos mi brazo. Escuchaba su pie moverse inquieto. Le di una fumada de mi cigarro, directo de mi mano y besé su cabeza. La escuche reír y murmurar “te quiero”, una risa nerviosa. La tome de la mano y volvimos a entrar, busque mis cosas, una botella y me despedí. Salí dando tumbos hacia la calle, directo a mi casa, suponía. En el puente pare a mirar el fondo del río mientras escupía de gusto. Las luces pararon antes del puente y escuche las puertas, los oí caminar y acercarse, salude sin ganas e hice correr mi trago. Prendí el enésimo cigarro de la noche y lo deje consumirse en mi mano. Conversaban entre ellos, pero yo no escuchaba, solo me importaba lo ebrio que estaba. Me despedí y camine derecho, esta vez estaba seguro de ir sin rumbo. Quebré la botella contra un farol y me deslice por la calle intransitada. Me detuve por un largo rato y me di cuenta que no era mi lugar, quería volver con ella pero ya estaba muy lejos, muy ebrio y muy triste. Me arrepentí de haberme ido tan temprano. Pare un colectivo, en el que sonaba una vieja canción de los Beatles. Me baje en mi casa y abrí lentamente las puertas y las ventanas. Tenia la estúpida esperanza de que ella viniera en medio de la noche, así si encontraba todo abierto no tendría problemas para hallar mi cama. Me dormí y soñé con raros sucesos, como bombas y hospitales extraños... Desperté abrazándola y con su hermoso rostro iluminando mi pieza, quizá dejar todo abierto valió la pena.
Recorrí mi pieza buscando el primer cigarrillo del día, me senté en la cama y contemple el amanecer intranquilo, las nubes interrumpían el acenso glorioso, y las aves no tenían la intención de celebrarlo. Deje caer las cenizas en su espalda desnuda, para despertarla. Me acosté junto a ella, mientras, entre juegos, le quitaba la poca ropa que le quedaba.

Horas más tarde la despedía en el terminal. Su último día en mi pueblo se lo regale más maravilloso que nunca.
Otro año te veo, vete al Sur y yo te espero en mi Norte.